"En una de las muchas entrevistas que le hicieron
tras ganar el Nobel, el gran Vargas Llosa dijo: «Lo más
importante que me ha pasado en la vida ha sido aprender
a leer». Exacto, qué bien dicho. Es una de esas frases sencillas y certeras que iluminan el mundo y te permiten entender mejor tu propia vida. ¿Qué hubiera sido de mí sin
la lectura? No puedo concebirlo: incluso dudo de que siguiera siendo humana. Sin libros, tal vez hubiera sido un
marsupial o un paquidermo, pongo por caso. Quiero decir que me es tan difícil imaginarme sin leer como imaginarme transmutada en hipopótama.
En su precioso libro Letraheridos, la escritora Nuria
Amat propone un juego para literatos: si, por un maldito
capricho del destino, tuvieras que elegir entre no volver
a escribir o no volver a leer nunca más, ¿qué escogerías?
Sin duda se trata de una disyuntiva muy cruel; la mayoría
de los novelistas hemos empezado a escribir de niños y la
escritura forma parte de la estructura básica de nuestra
personalidad. Es una especie de esqueleto exógeno que nos
permite mantenernos de pie; de hecho, creo que muchos
sentimos que, de no escribir, nos volveríamos locos, nos
haríamos pedazos, nos descoseríamos en informes fragmentos. Teniendo en cuenta todo esto, parecería que la respuesta es fácil de deducir, ¿no es así? Pues se equivocan.
He planteado esta interesante cuestión a más de un centenar de autores de diversos países, y sólo he encontrado a dos que hayan escogido seguir escribiendo. Los demás,
yo incluida, hemos elegido sin ninguna duda poder seguir leyendo. Porque la mudez puede acarrear la indecible soledad y el agudo sufrimiento de la locura, pero dejar de leer
es la muerte instantánea. Sería como vivir en un mundo
sin oxígeno.
Siempre me ha dado pena la gente que no lee, y
no ya porque sean más incultos, que sin duda lo son; o
porque estén más indefensos y sean menos libres, que también, sino, sobre todo, porque viven muchísimo menos.
La gran tragedia de los seres humanos es haber venido al
mundo llenos de ansias de vivir y estar condenados a una
existencia efímera. Las vidas son siempre mucho más pequeñas que nuestros sueños; incluso la vida del hombre o
la mujer más grandes es infinitamente más estrecha que
sus deseos. La vida nos aprieta en las axilas, como un traje
mal hecho. Por eso necesitamos leer, e ir al teatro o al cine.
Necesitamos vivirnos a lo ancho en otras existencias, para
compensar la finitud. Y no hay vida virtual más poderosa
ni más hipnotizante que la que nos ofrece la literatura.
De modo que aquellos a quienes no les gusta la lectura sólo serían individuos
que aún no han tenido la suerte de encontrar su precioso
libro-llave personal. Verán, yo creo mucho más en esta predestinación que en la amorosa. En realidad me es bastante difícil confiar en la existencia de una media naranja
sentimental, de un alma gemela que ande pululando por
ahí a la espera de que un día nos tropecemos. Pero en los
libros, ah, eso sí: en los libros sí creo. En el susurro embriagador de las buenas novelas. En las historias que parecen
estar escritas solo para mí.
(...) Creo que, desde los cuatro años, todos
los días he leído algo, siquiera un par de líneas. Los libros
son la presencia más constante de mi existencia. Mi mayor
apoyo. En muchos sentidos, el amor de mi vida."
Rosa Montero