Soy una incomprendida. Alguien raro en un mundo de normales, o la única normal en un mundo de raros. Soy una de esas personas que se pregunta cosas que a la mayoría de gente le da igual, que concede importancia a algo que los demás ignoran, y que ignora por qué extraño motivo el mundo concede tanta importancia a determinadas cosas. También soy un poco loca, o considerando quizás la proporción en el mundo, ustedes son los locos y no yo.

Wednesday, December 5, 2012

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A las 2:39 la felicidad ha llamado a mi puerta. No podía creer que fuese ella la que me hablaba al otro lado del telefonillo. No podía creer que fuese ella la que estaba ahí de pie, plantada, entre la oscuridad, cuando he abierto la puerta. La he dejado entrar pensando que de alguna manera la convencería para que se quedase conmigo. No he podido. 

Nunca más me volveré a acostar ansiando despertar porque ella viene a visitarme. O puede que sí. Pero ella será de otra forma y otro color, con otro olor y otra sonrisa. Con otra voz. Y lo único que deseo es que eso no ocurra. La quiero en el formato que la poseo ahora, o al menos poseía hasta hace escasos minutos. Y no me apetece tener que hacer un mar de lágrimas cada vez que suenan todas esas canciones, que no son pocas, que llevan su nombre. Ese nombre… el de mi felicidad. 

No hay nada más horrible que verla marcharse, escuchar cada paso que avanza dándote la espalda, en dirección contraria a ti, alejándose poco a poco, y dándole igual el enorme vacío que deja tras su ida. Y no hay nada más humillante y doloroso que escucharla decir con esa frialdad que ya no volverás a verla. Supongo que todos los finales tienen que ser fríos, y un poquito crueles, sino, no son finales. A las 4:47 la he visto por última vez. Y no me gusta a qué sabe la tristeza que la ha sustituido, si al menos pudiese apreciarla o tocarla, pero ni siquiera eso. Viene sin ser llamada y encima se atreve a reemplazar un puesto irreemplazable. Y se me hace un nudo en el estómago y algo que duele me aprieta fuerte en el pecho cada vez que imagino que quizá ahora otra persona se haga dueña de la que hasta el momento era mi felicidad, y  no sepa disfrutarla. No sepa apreciar lo bonita y dulce que es. 

Y en lo único que no puedo dejar de pensar es en cómo se reía, y en cómo me envolvía en un suave enorme lazo de ternura que transformaba las horas en segundos, haciéndome creer que nada malo podía suceder si ella estaba a mi lado. Y lo único que anhelo es volvérmela a cruzar y que ese espectáculo de fuegos artificiales se vuelva a producir dentro de mí. Y lo único que puedo decirle es "gracias". Y a ti, te suplico, seas quien seas, que jamás a nadie vuelvas a poner tan delicioso regalo entre las manos, si cuando sin merecerlo y repentinamente, se lo vas a arrebatar. 

Querida felicidad… no te olvides de mí, siempre seguirás siendo bienvenida a casa.

Monday, December 3, 2012

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Me he dado cuenta de que quiero hacer muchas cosas, de que quiero tener una vida llena de experiencias y vivencias, de que quiero alcanzar grandes metas, de que quiero triunfar en lo que quiera que sea, y de que soy una ambiciosa en cuanto a lo que es soñar y fantasear, pero luego realmente a la práctica no llevo nada. Está muy bien querer ser y aspirar a lo mejor en algo, pero si no haces una puta mierda por ello, no va a aparecer alguien que lo haga por ti y te pase la recompensa. 

Creo que ya basta de tanta holgazanería, pereza y vagancia. Creo que llevo mucho tiempo haciendo nada más que lo que me sale de los cojones, abriendo la boca solo para pedir y quejarme, como diría mi mamá, y teniendo casi siempre lo que quiero sin ningún esfuerzo. No me gusta eso, no me siento realizada. Me empeño en decir que soy inmensamente feliz, y a veces recapacito y creo que tan solo se trata de una felicidad camuflada. Realmente hago muy pocas cosas de las que de verdad quisiera hacer, realmente no he hecho absolutamente nada en mi vida de todo lo que me gustaría. Con pequeñas excepciones.

A veces le miro a él y me quedo pensando en la enorme envidia que me da. Y no hay cosa que más deteste que envidiar algo de alguien, pero no puedo remediarlo. Envidio como debe sentirse por dentro al mirar atrás. Siempre con notas excelentes, siempre potenciando al máximo su capacidad, siempre obteniendo lo mejor, siempre haciendo, supongo, lo que ha querido. Le envidio nadie sabe cuanto. Envidio que estudie medicina. Sin darse cuenta, supone una gran inspiración y motivación para mí. Envidio la tranquilidad con la que debe pensar que su vida ha sido durante todos los años hasta el momento algo que ha merecido la pena, algo provechoso. Y me da pena que quizá no se dé cuenta de la cantidad de buenas cualidades y virtudes que posee que le hacen ser una persona extraordinaria y envidiable. Quizá no sea envidia, más bien le admiro. Envidiar y admirar son dos acciones que se parecen mucho más de lo que pensamos. 

Nos dan una vida y no más, solo tenemos una vida para llevar a cabo todo aquello con lo que soñamos, para intentar dejar ese granito de arena en el recuerdo de alguien, o de muchos, cuando nos toque marchamos, y creo que a mis 19 años de edad, y siendo una tan apasionada amante de la vida, lo único que he hecho ha sido desaprovechar horas, días, meses y años, y desaprovecharme a mí misma también, así que creo que ha llegado el momento de hacer que eso cambie.