Sunday, January 30, 2011
Thursday, January 27, 2011
"Señoras y señores, aunque sólo tengo un hijo natural, Diego Sánchez, puedo decir que como Martín Luther King, el gran soñador afroamericano asesinado hace 40 años, también tengo otros cuatro hijos víctimas de las minas antipersonas: la mozambiqueña Sofia Elface Fumo, que concentra todo el dolor de las víctimas, pero también la belleza de la vida y, sobre todo, la incansable lucha por la supervivencia y la dignidad de las víctimas, el camboyano Sokheurm Man, el bosnio Adis Smajic y la pequeña colombiana Mónica Paola Ojeda, que se quedó ciega tras ser víctima de una explosión a los ocho años. Sí, son mis cuatro hijos adoptivos a los que he visto al borde de la muerte, he visto llorar, gritar de dolor, crecer, enamorarse, tener hijos, llegar a la universidad. Les aseguro que no hay nada más bello en el mundo que ver a una víctima de la guerra perseguir la felicidad.
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado. Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas. Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas. Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte".
Es verdad que la guerra funde nuestras mentes y nos roba los sueños, como se dice en la película Cuentos de la luna pálida de Kenji Mizoguchi. Es verdad que las armas que circulan por los campos de batalla suelen fabricarse en países desarrollados como el nuestro, que fue un gran exportador de minas en el pasado y que hoy dedica muy poco esfuerzo a la ayuda a las víctimas de la minas y al desminado. Es verdad que todos los gobiernos españoles desde el inicio de la transición encabezados por los presidentes Adolfo Suárez, Leopoldo Calvo Sotelo, Felipe González, José María Aznar y José Luis Rodríguez Zapatero permitieron y permiten las ventas de armas españolas a países con conflictos internos o guerras abiertas. Es verdad que en la anterior legislatura se ha duplicado la venta de armas españolas al mismo tiempo que el presidente incidía en su mensaje contra la guerra y que hoy fabriquemos cuatro tipos distintos de bombas de racimo cuyo comportamiento en el terreno es similar al de las minas antipersonas. Es verdad que me siento escandalizado cada vez que me topo con armas españolas en los olvidados campos de batalla del tercer mundo y que me avergüenzo de mis representantes políticos.
Pero como Martin Luther King me quiero negar a creer que el banco de la justicia está en quiebra, y como él, yo también tengo un sueño: que, por fin, un presidente de un gobierno español tenga las agallas suficientes para poner fin al silencioso mercadeo de armas que convierte a nuestro país, nos guste o no, en un exportador de la muerte".
Monday, January 24, 2011
"Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año se suicidan en el mundo cerca de un millón de personas. De hecho, el suicidio es la primera causa de muerte violenta. Hay más personas que fallecen por su propia voluntad que la suma total de todos los muertos provocados por los homicidios y las guerras, un dato espeluznante si tenemos en cuenta las carnicerías constantes que asolan el ensangrentado planeta en que vivimos. Además, por cada suicida que logra su objetivo hay una veintena de intentos infructuosos, con su secuela de heridas, envenenamientos y hospitalizaciones diversas. En España, en concreto, se quitan la vida 4.500 personas cada año, la mayoría hombres, aunque las mujeres son más numerosas a la hora de intentarlo, sólo que su habilidad letal, o tal vez su determinación, es inferior.
Habría que preguntarse qué lleva a una persona a ese gesto final e irrevocable, a esa transgresión monumental del poderoso mandato de la vida, del instinto esencial de supervivencia que llevamos impreso en lo más recóndito de cada una de nuestras células. Desde cierto punto de vista, el suicidio es el acto más humano que pensarse pueda, porque es el más locamente libre, más orgulloso y más prepotente. Es decir, es propio de la desfachatez, de la desmesura y de la ambición de nuestra especie. Cuánta voluntad de ser encierra el suicidio: el que se mata prefiere prescindir de su bien más preciado, que es la vida, porque no se contenta con cualquier vida. Hace falta tener la cabeza llena de expectativas y de sueños para actuar así. […]
El mapa mundial de los suicidios plantea una serie de turbadores interrogantes. Resulta que la tasa más alta de suicidios está en Europa del Este, mientras que las más bajas se dan en América Latina, en los países musulmanes y en algunos países asiáticos. Los países del Este arrastran una historia de decadencia, de desmoronamiento y desintegración social, de exacerbación individualista y sueños rotos, mientras que los países más bajos en la lista, aun siendo algunos muy pobres y problemáticos, pertenecen a un ámbito social mucho más colectivo, más basado en el apiñamiento familiar y en la horda afectiva, en donde las personas se relacionan más estrechamente unas con otras. Y ésta puede ser una de las claves principales del aumento de suicidios. Hace falta estar muy solo o ser fenomenalmente egoísta para quitarse la vida, porque el suicidio es la mayor brutalidad que uno puede cometer contra las personas que te quieren. Ensimismados, afectivamente mezquinos y egocéntricos, los suicidas en realidad están matando a los demás cuando se matan. Es una forma especialmente perversa de ejercer una violencia contra el otro".
Friday, January 7, 2011
Saturday, January 1, 2011
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