Soy una incomprendida. Alguien raro en un mundo de normales, o la única normal en un mundo de raros. Soy una de esas personas que se pregunta cosas que a la mayoría de gente le da igual, que concede importancia a algo que los demás ignoran, y que ignora por qué extraño motivo el mundo concede tanta importancia a determinadas cosas. También soy un poco loca, o considerando quizás la proporción en el mundo, ustedes son los locos y no yo.

Saturday, November 24, 2012

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"No empezaré diciendo "Te lo dije", pero te lo dije. Cuando sonó el teléfono y eras tú la que estaba al otro lado ya supe por qué llamabas. No hizo falta que explicases nada, estaba claro. "Dice que ya no le gusto, que no es el momento. Me asegura que no es por mí, que es por él". Pero no, el motivo es que no le importas. Nunca lo has hecho, no te engañes. Suena duro, pero ya es hora de que despiertes, mejor, de que el mundo despierte. ¿Recuerdas aquel primer sobresaliente que sacaste en el colegio, con sudor y lágrimas, y por el cual tu madre te recompensó con una enorme bolsa de caramelos? Cuánto te costó, cuánto tiempo le dedicaste a ese maldito examen de matemáticas y qué feliz fuiste al ver el diez en el borde superior derecho de la hoja. Con tinta roja, ¡cómo olvidarlo! Pues bien, lo recuerdas y lo valoras en su totalidad porque te esforzaste, porque lo quisiste con ganas. Sabías que merecería la pena, aunque solo fuese por el premio que te esperaba al llegar a casa. Lo que ocurre es que ya no deseamos nada tanto como para sudar la camiseta por ello. Nos hemos vuelto conformistas, y tú querida amiga, también. 

Los hombres, por algún motivo y en algún momento de la historia inidentificable, determinaron que las mujeres éramos una especie de objetos sin valor capaces de dejarse conquistar sin tan siquiera un mínimo esfuerzo. El problema va un poco más allá ya que hemos sido nosotras las que lo hemos permitido. Prometo que hubo un tiempo,-y no hace tanto como creemos-, en el que un hombre te invitaba a un café simplemente para escucharte, conocerte. Te miraba, no, miento, te admiraba. Abrirte la puerta y encenderte un cigarro era más que suficiente. Se dejaba enamorar por todo lo que decías, y cuando le preguntaban "¿Cómo es ella?" le faltaba tiempo para describirte. Ahora raro es el que utiliza más de tres adjetivos (empleando siempre el "está buena", como si hablasen de la carne asada que prepara su abuela). Pero claro, nos lo hemos ganado a pulso, lo tenemos merecido por desvalorizarnos dándole más importancia a llevar la falda corta que a nuestra propia dignidad. 

Lo que me resulta más paradójico es que las mujeres contemporáneas se rebelaron a las sumisas del pasado con el deseo de cambiar el mundo. Lucharon por el voto, el acceso a la universidad y el reconocimiento en nuestro trabajo. La cuestión es que hemos querido ser tan iguales que se nos ha olvidado que no lo somos. Hemos matado a nuestra feminidad, cualidad distintiva e inquebrantable, y hemos pecado de cobardes. Una vez más nos ha faltado carácter. Lo justificaremos diciendo que no hay nada que podamos hacer, que somos hijas de nuestro tiempo, pero si ese es el argumento que vais a utilizar, yo me independizo."

El texto a parte de ser tremendo, es de una chica que se llama Cristina que va a la uni de mi compañera de piso.

Monday, November 12, 2012

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Depósitos a rebosar de amor y ternura aguardan perdidos en algún lugar del mundo. 
Alguien alguna vez los ha encontrado y ha robado una pizca, otros han pasado de largo, unos pocos se han llevado grandes cantidades y alguno que otro ha cogido un puñado para simplemente repartirlo. 
Yo, no sé cómo ni cuándo llegué allí, pero soy gilipollas, me timaron y me bebí un bidón entero. 
Ahora ando drogada de amor. Si se pudiera materializar todo lo que invisiblemente desprendo, sin duda caminaría rodeada constantemente de una aureola color rosa chicle, con muchas nubecitas de algodón y ositos de peluche. Resumiendo, una auténtica mariconada. 
Pero de eso nos aprovechamos los de mi especie, y es que, por suerte, los sentimientos son abstractos. Imaginad que putada si fuesen de otra manera. 
A veces me planteo si soy la única boba que picó en la trampa. Si soy la única que inconscientemente sigue confiando en el eterno lado bueno y tierno de las personas. 
Y es que parece que ahora eso no es lo que se lleva. ¿No? Cuanto más hijo puta eres, mejor. O eso me han dicho los actos que realizáis a diario, que por si no lo sabíais, tienen boca. Saben hablar por sí solos. 
Ahora lo que está de moda es pasar por un mercadillo, agarrar la primera armadura resistente que encuentres y encasquetártela a modo de caparazón permanente. Una armadura que satisfaga el sentiros inmunes a toda gran o pequeña muestra de afecto. Algo que os convierte a la par en seres tan desgraciados como envidiables. 
Una armadura no resistente a los golpes y al dolor. O bueno sí, pero no a los golpes y al dolor físico. Una armadura que viene con el regalo extra de un manual para ser un cabronazo de primera. Una joya de elemento al alcance de cualquiera. 
Una nueva tendencia que hace que mis queridos depósitos queden en el olvido y acaben pudriéndose. Una sutil manera de fomentar la 'ley del más fuerte' (porque cuanto menos parezca que sufres o sientes, mejor, ¿no?), con la que lo único que conseguís es terminar degradando y aplastando el lado más bonito de la vida.
Una armadura que se compone de todas las caricias, besos, abrazos, sonrisas, apretujones que acaban casi fundiendo un cuerpo con otro, bonitas palabras y demás empalagosidades, que, yo al menos no sé explicar por qué, en algún momento decidisteis no dar ni decir. 
Jamás dejaré de alegrarme de ser una sensiblona incapaz de ocultar lo que siente. Una apasionada de haceros saber todas las cursiladas que pasean por mi cabeza y mi cuerpo hacia cada uno de vosotros. Aunque, siendo franca, en alguna que otra ocasión he deseado poseer una puta armadura de esas. 
Pero, no nos sobra tanto tiempo como para andar perdiéndolo en camuflar sentimientos.